lunes, 25 de abril de 2011

Jimmy excusando el alma

Y por qué en el colegio no comenzaban a explicárselo todo desde el principio. Eso fue una de las primeras cosas que hizo tambalearse a Jimmy.
Sólo durante un breve periodo de tiempo se había sentido seguro. Había en el mundo padres, políticos y se hablaba de Dios. Incluso había Rey y, por si este fallaba, había príncipe.  Esas entidades habían mantenido a Jimmy tranquilo por un tiempo. Poco tiempo. Pronto descubrió que todas ellas tenían dudas. Más tarde descubriría que algunas de ellas, las aparentemente, más poderosas, cagaban e incluso lloraban. Jimmy también escucharía mentiras salir de sus bocas. Llegaría igualmente a sospechar que algunas de esas personas de apariencia firme y segura, dejaban crecer sus bigotes o maquillaban sus labios, para disimular bocas y palabras.
Un miedo terrorífico. Eso sentía a veces Jimmy. Lloraba de miedo y se agarraba a lo cotidiano, con tanta fuerza que transformaba las galletas en migas tan pequeñas que no se podían masticar. Jimmy las absorbía directamente de la mesa. Eso le producía tos.
Apreciaba la salud, pero también le agradaba pasar por algún sencillo proceso vírico durante algún tiempo. Le alejaba de la totalidad y le hacía concentrarse en sí mismo, en recuperarse.  Cuando estuviese sano, sabía que le costaría adaptarse a la vida normal, pero tenía unos días de margen para desplazarse flotando por la realidad con los ojos entornados y mostrarse a los demás tal cual era. Él definía estas maneras como “andar por el mundo en pijama y con zapatillas de ir por casa”.
Los locos se sacaban el alma cuando les venía en gana. Jimmy no lo estaba y necesitaba excusas: haber pasado recientemente por una enfermedad, emborracharse  o esperar a carnaval.
También los artistas podían permitirse el lujo de pasear con el alma visible. Jimmy quiso ser artista, pero era modesto. Se hizo artista y años más tarde comenzó su obra.