jueves, 29 de diciembre de 2011

Trigo limpio

Resulta que estas dos primeras palabras sobran. No sabía lo que estaba bien y lo que estaba mal. Jimmy le habría pegado un puñetazo a ese tipo. No era trigo limpio.
Nada sabía Jimmy de la limpieza de los cereales, pero una y otra vez la expresión volvía a su cabeza. Ese tipo no es trigo limpio. ¿Por qué pienso eso? Se repetía Jimmy. Tantas vueltas le dio a la expresión que se olvidó del tipo en cuestión.
Decidió acudir a un especialista. Jimmy era resuelto, pero sabía reconocer cuándo necesitaba ayuda. No sé, dijo Jimmy al especialista, por qué utilizo la expresión “no es trigo limpio”. Nunca antes lo había hecho y desconozco las características de ese cereal.
El especialista parecía despreocupado. A usted no le pasa nada, le dijo. Jimmy respiró tranquilo. Pero unos segundos después la inquietud le envolvió. ¿Cómo lo sabe? ¿Usted me conoce?
No, pero parece trigo limpio.
Jimmy se desmoronó. Esa misma tarde iría a hablar con un agricultor.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Vísceras entrañables

Jimmy la llamaba la "técnica del buitrón". Así como los buitres entrañaban en presas ajenas, los ladrones perforaban un tabique para llegar hasta el habitáculo donde se encontraba su botín. Si bien Jimmy no veía ternura alguna en la estrategia de robo, las maneras de los buitres le parecían entrañables.
La sangre y las vísceras le mareaban, pero lo que le fascinaba era cómo las interioridades de un animal pasaban a otro.
Las entrañas seguirían siendo entrañas.
También le encantaba a Jimmy el plumaje del cuello de los buitres, algo que Dios o no se sabe quién les había colocado ahí para evitar infecciones cuando introducían su cabeza pelada en el animal. Jimmy estuvo unos meses paseándose con un fular a modo de cuello de buitre. Nunca introdujo la cabeza en ningún sitio, aunque siempre le gustó saber de los demás.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Dormir con las palabras adecuadas

Decidió salir sin dinero. Estaba prohibido dormir en la calle. Jimmy no quería dormir esa noche en casa, había decidido cumplir su objetivo: descansar fuera sin cruzar los límites de la legalidad. Meditó un rato mientras paseaba por calles que conocía bien y forjó su plan. Se sentaría en un banco y se quedaría dormido involuntariamente. Le resultaría difícil, puesto que estaba decidiendo no decidir. Eligió un banco cuando empezaba a anochecer y se durmió profundamente. Era importante que permaneciese sentado ya que a eso no se lo considera dormir, sino echar una cabezada. Pero amaneció tumbado en el banco.
Un policía le despertó. Señor, no puede usted dormir aquí. Vaya, disculpe, me he quedado dormido, no sabe cuanto le agradezco que me haya despertado, se me hace tarde. No se preocupe, le dijo el policía, tenga un buen día.
El guardia se dirigió a otro banco donde yacía un vagabundo que no supo elegir las palabras adecuadas.

domingo, 4 de diciembre de 2011

No es religión, es instinto

Jimmy no era religioso. Una pena. Debía enfrentarse el mismo a lo desconocido. Llevar una navaja en el bolsillo le ayudaba. Nunca había hecho daño a nadie, tampoco sabía si podría hacerlo. No se conocía hasta ese punto. Siempre que tenía oportunidad sacaba la navaja para cortar fruta o para rasgar el tallo de alguna celedonia y frotarse con su jugo heridas imperceptibles. Le gustaba practicar estas aficiones en ambientes motivadores: un mercado repleto de gente, un supermercado o cerca de delincuentes esbrafados por el espíritu navideño.
Si estaba solo, pensaba que le observaban los espíritus. No era religioso, pero estaba lleno de supersticiones. Eso era algo que lo había elegido a él. No tenía nada que ver con sus principios, por más que tocase madera suplicando que esas manías se sometiesen a su voluntad.
Se tranquilizaba llamándolo instinto.

lunes, 25 de abril de 2011

Jimmy excusando el alma

Y por qué en el colegio no comenzaban a explicárselo todo desde el principio. Eso fue una de las primeras cosas que hizo tambalearse a Jimmy.
Sólo durante un breve periodo de tiempo se había sentido seguro. Había en el mundo padres, políticos y se hablaba de Dios. Incluso había Rey y, por si este fallaba, había príncipe.  Esas entidades habían mantenido a Jimmy tranquilo por un tiempo. Poco tiempo. Pronto descubrió que todas ellas tenían dudas. Más tarde descubriría que algunas de ellas, las aparentemente, más poderosas, cagaban e incluso lloraban. Jimmy también escucharía mentiras salir de sus bocas. Llegaría igualmente a sospechar que algunas de esas personas de apariencia firme y segura, dejaban crecer sus bigotes o maquillaban sus labios, para disimular bocas y palabras.
Un miedo terrorífico. Eso sentía a veces Jimmy. Lloraba de miedo y se agarraba a lo cotidiano, con tanta fuerza que transformaba las galletas en migas tan pequeñas que no se podían masticar. Jimmy las absorbía directamente de la mesa. Eso le producía tos.
Apreciaba la salud, pero también le agradaba pasar por algún sencillo proceso vírico durante algún tiempo. Le alejaba de la totalidad y le hacía concentrarse en sí mismo, en recuperarse.  Cuando estuviese sano, sabía que le costaría adaptarse a la vida normal, pero tenía unos días de margen para desplazarse flotando por la realidad con los ojos entornados y mostrarse a los demás tal cual era. Él definía estas maneras como “andar por el mundo en pijama y con zapatillas de ir por casa”.
Los locos se sacaban el alma cuando les venía en gana. Jimmy no lo estaba y necesitaba excusas: haber pasado recientemente por una enfermedad, emborracharse  o esperar a carnaval.
También los artistas podían permitirse el lujo de pasear con el alma visible. Jimmy quiso ser artista, pero era modesto. Se hizo artista y años más tarde comenzó su obra.

domingo, 13 de febrero de 2011

Jimmy quiere engordar

El olor a sangre le recordaba a un plato de lentejas. No tenía cuerpo de nada. Todo espíritu, vapor de persona hambrienta que aspira a normalidad. Con unas galletas se habría conformado. Solían tranquilizarle las galletas porque eran redondas y cotidianas. Sin esquinas que le incomodasen. Y es que cuando uno no tiene cuerpo, o por lo menos no lo siente, necesita pensamientos sólidos que le aten la ingravidez a alguna parte. Trata de pesar. Eso pensaba Jimmy. Trata de engordar. Al menos, comía con el pensamiento.
Poco a poco, Jimmy se fue notando. Empezó con frío y dolor en el cuello. Respiró después.
Lloró y no será la única vez que lo haga.

sábado, 29 de enero de 2011

Jimmy teme nacer

No hay por qué preocuparse, se dijo Jimmy después de muerto. Poco le costó acostumbrarse a su nuevo estado. Lo aceptó sin más, pero, a medida que iba rejuveneciendo, empezaba a temer que las cosas cambiasen. ¿Y si nazco? se preguntaba. Pensarlo le producía escalofríos. No recordaba haber muerto, pero temía nacer, había conocido a otros que lo habían hecho. Toda una serie de filósofos que ya habían nacido se planteaban en su muerte cómo sería ese más allá. Llevában siglos haciéndolo. Si no se naciese... meditaba esperanzado Jimmy. Pero entonces se sentía egoísta pensando que estaba privando de espacio a nuevos muertos.
¿Qué habrá después de la muerte? ¿Cómo será nacer? Le atormentaba saber lo único que hasta el momento se conocía: algún día nacería empapado en sangre.

lunes, 24 de enero de 2011

Jimy, una pasa normal

Dentro de trece años todo será normal y entonces habrá que plantearse cómo será todo dentro de trece años. Pasaron veintiséis años y, para Jimy, todo transcurría con normalidad. Deberán pasar diez años y tres más para que todo se avive. Pero la vida se alejaba y Jimy se arrugaba. No obstante todo le pareció normal. Incluso encontrar una pasa con sus ojos de siempre en el espejo. Todo cambiará dentro de trece años, se decía. No fue así. Jimy se murió con normalidad.